La historiografía occidental tras el giro postmetafísico
Título: Tensiones y emboscadas de las particiones teóricas. La historiografía occidental tras el giro postmetafísico
Docente: Dr. Andrés Freijomil
Fecha: del 3 al 7 de julio de 2023
Modalidad: presencial
Fundamentación
¿Qué es la historiografía?¿Se trata de un campo disciplinar autónomo, diferente de la historia tout court, o bien conforma con ella un todo inescindible? ¿Consiste en un mero ejercicio de historia intelectual con algunos destellos teóricos propiamente historiológicos o bien debería reducirse a una simple prosopografía de los historiadores? ¿Supone un análisis discursivo esencialmente orientado a las diferentes formas de escribir sobre el pasado o es posible pensarla más allá de una “historia de la historia”? ¿Es plausible dotarla con una epistemología
propia que la emplace en un diálogo permanente con las ciencias sociales y humanas? Tales son algunas de las preguntas que propondrá este seminario. Su principal objetivo consistirá en ofrecer una serie de lineamientos teóricos para repensar la historiografía más allá del mero correlato historizado de sus corrientes habituales. Cuando en 1969, Michel de Certeau sostuvo que “no hay historiografía sin filosofía de la historia, explícita u oculta”, en realidad, no estaba aludiendo a las teodiceas de un Spengler o de un Toynbee sino, simplemente, a la
necesidad de pensar la escritura de la historia en un marco teórico tal como, de algún modo, ya lo habían practicado Marc Bloch, Raymond Aron, Henri-Irénée Marrou o Paul Veyne.
En este sentido, de Certeau sostuvo que, tras la producción de toda práctica científica de la historia subyacía un sustrato epistemológico que permitía articular los diferentes modos de pensar el pasado con sus formas de representación, un postulado que, lejos de cualquier pretensión teleológica (y para alarma de una comunidad de historiadores aún muy tradicional), situaba la historiografía en un inconfesable mundo postmetafísico donde las instituciones, la ciencia y la escritura conformaban las instancias necesarias de su práctica como “operación”.
Cabe recordar que, por entonces, la tarea del historiador que hacía historiografía aún contaba con cierto descrédito: por lo general, su trabajo era reducido al plano de un simple romancero de vidas y obras destinado al manual de consulta. De hecho, el mismo año en que Michel de Certeau formulaba aquella fusión entre historia e historiografía, Peter Burke señalaba que la historiografía aún “se estudia como una enumeración de los logros de los mejores historiadores”. Asimismo, cabe recordar que, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, casi todas las
tradiciones culturales habían instituído un pasado historiográfico nacional propio que no sólo buscaba certificar el abolengo de la disciplina histórica, sino también fundar un origen que consolidara las estructuras de los Estados nacionales, es decir, los principales agentes implicados e interesados en sostener la cientificidad de un pasado histórico como dispositivo de legitimación política. Así, mientras la “historia” atravesaba cambios metodológicos y epistemológicos, la “historiografía” seguía subsumida bajo una dimensión que podríamos denominar “lansoniana”. De allí que sólo mucho más tarde, a partir de los años 1980, con la creación de la Comisión de Historia de la Historiografía y la revista Storia della Storiografia en 1982 –ambas impulsadas por el XVº Congreso Internacional de Ciencias Históricas de Bucarest–, la historiografía comenzase a ser reconocida institucionalmente como un saber emancipado. Sin embargo, aún hoy, el campo historiográfico continúa no del todo desprovisto de las ambigüedades que ocasiona la movilidad de sus diferentes traducciones culturales3 y, pese
al impulso teórico koselleckiano, todavía continúa privado de una práctica sistemática de la reflexividad de largo alcance tal como, de algún modo, sucede aún con la historia propiamente dicha. Pese al plano epistemológico que abrió el giro lingüístico y todos sus giros sucedáneos en las ciencias sociales y humanas a partir de los años 1970, actualmente parece observarse en el campo de la historia una repatriación intempestiva de aquel realismo doctrinal que sostuvo la escuela metódica entre fines del siglo XIX y principios del XX, combinado, a su vez, con una fuerte dosis de domesticación profesional y atrincheramiento disciplinar que vuelve a desconfiar de las formulaciones teóricas. En el caso de la historiografía, tal como han reconocido François Hartog y Michael Werner en el Diccionario de los intraducibles, continúa identificada con una “historia de la historia”, más allá de sus variaciones semánticas nacionales. Lo cierto es que la historiografía como tal permanece, aún hoy, como una práctica científica un tanto periférica y subsidiaria en la que muy pocos historiadores profesionales se atreven a especializarse de forma exclusiva e ininterrumpida desde el inicio y hasta el final de sus carreras: o bien se aseguran, en algún momento del camino, la escolta de un objeto propiamente “histórico” que resulte inmune a una sospechosa ausencia en los archivos, o bien la guarecen bajo el decoro metodológico de una historia intelectual, social o política que habilite, legitime y torne respetable un objeto que, todavía en varias tradiciones académicas, no cuenta con las credenciales suficientes para desandar el camino por sí solo o, peor aún, es
erróneamente identificado con un “desvío teórico”. Es por ello que con este seminario proponemos recuperar una serie de dicotomías teóricas que, pese a su mayor o menor recurrencia en el ámbito de una teoría de la historiografía, aún siguen configurando las variables a que debe apelar el historiador cuando practica el oficio y piensa este campo. El objetivo consiste en combatir el esoterismo teórico mediante la visibilización y discusión de diez problemáticas epistemológicas que afectan a la historiografía que siempre están presentes en cualquier investigación histórica, pero que raramente se objetivan. Una recuperación que, a nuestro entender, sólo es posible llevar a cabo en un marco crítico que trascienda las fronteras de la disciplina, dialogue con los saberes vecinos, permita superar la mera búsqueda de consensos y privilegie las preguntas sobre la tranquilidad de las respuestas.